La elección del título “Pathétique” (que en francés contiene una connotación de “prohibido”) sitúa la obra en la tradición de las relaciones complicadas de la grand opera, léase interraciales (Butterfly, Lakmé, L’Africaine), resultando en el suicidio de uno o ambos amantes. En los días previos a su première (1893) Tchaikovsky dejó entrever que la sinfonía tenía un programa secreto y sinceramente autobiográfico, sustituyendo el estigma racial por el sexual: El amor difícil se castiga.
A pesar de que la música danzable aparece por doquier el pesimismo parece protestar y casi revocar el paroxismo alegre del final sinfónico de Beethoven. La estructura de la obra es asimétrica en su forma y expresividad, brutal en su aspecto trágico, forjada en temas que se suceden episódicamente en vez de mutar a la manera clásica: I Adagio. Allegro ma non troppo, una sonata truncada, polarizada y agitada entre corrientes dulces y amargas; II Allegro con grazia, un elegante vals, sí, pero de ritmo imprevisible, que frustra su triunfo y claudica, haciendo tropezar su paso de baile; III Allegro molto vivace, una marcha que recupera la imaginería militar barroca y la combina con irregularidad métrica; IV Adagio lamentoso, una fantasía cuya carga de fatalidad, precursora de los finales mahlerianos, finaliza en las sombrías armonías de las que surgió.
En la Rusia zarista la homosexualidad distaba de ser una maldición (tan solo un vicio innombrable), pero el hecho de todavía el suicidio de Tchaikovsky no sea hoy en día universalmente aceptado (como salida apropiada al problema incurable) nos habla de las limitaciones de nuestra época.
Algunos directores parecen sentir que suficiente emoción es ya inherente
a esta música y que solo es necesario tocar las notas. Ya sé que en las
críticas serias se suele indicar que hay
otra clase de lecturas, fascinantes pero no válidas para una escucha repetida. Habiendo
disfrutado de puntos de vista tan imaginativos me permito, amablemente,
discrepar. Los clásicos establecidos ya se comentaron en la entrada dedicada a
la Cuarta Sinfonía: el impulsivo Koussevitzky,
el bruckneriano Furtwängler, el caramelo voluptuoso de Karajan, la fría nobleza
de Markevich, la suavidad
de Jansons, et al. Para no repetirme en
exceso, escogeré aquí para terapia solo unas pocas interpretaciones excelsas, forajidas o recién llegadas. Comencemos:
La personalidad sentimentaloide de Leopold
Stokowski se impone en este concepto balletístico y melodramático en lugar de
sinfónico. La flexibilidad métrica mancilla el flujo musical con leves y
momentáneas interrupciones, la sensualidad del fraseo libre en las cuerdas pinta
un horizonte nuboso y sin fisuras, subrayando claramente la línea del bajo. La NBC Symphony Orchestra transpira glamour cinematográfico, relevada de seguir
las minuciosas marcaciones de la partitura, pero atenta a los impulsos y
desmayos del director, y a los breves y frecuentes portamenti, tan mengelbergianos. Destaquemos las travesuras
rítmicas en los movimientos centrales, que junto al colorido orquestal
desvirtúan la estructura. Buena definición de los atriles solistas, sin desmerecer
solidez y profundidad al conjunto, atmosférico con la reverberación añadida (Pristine,
1944).
Una fórmula de interpretación extinta y absolutamente
personal es la del artesano teatral Nikolai Golovanov que remoldea en sus manos
la obra a base de acentuar las indicaciones (no solo de ritmo, también las
técnicas y expresivas) que acechan por doquier, de manera que la música nos
mira novedosa a cada instante, visceral e imaginativa. Aunque la articulación vague libérrima, el rubato parezca errar desinhibido, los glissandi emerjan resueltos y los tempi
no reposen, la arquitectura nunca se sacrifica al efecto emocional (sobrepasando
incluso la negra desesperanza de un Fricsay). Escúchese como ejemplo la angustiosa introducción, pero sobre todo no se
pierdan la cita del requiem ortodoxo ruso (cc. 201-205) a cargo de unos metales
cuyo temblor remeda
asombrosamente el estilo selvático de Duke Ellington en los años 20. Increíble. Su vals puede no ser el más grazioso,
pero tampoco es leningrado-militarista. ¿Y qué me dicen del c. 104, tan tristanesco? La grabación de la UDSSR Radio Symphony Orchestra (Gehhard, 1948) presume de gran presencia
a pesar de los graves borrosos, con unos vientos de acerada intensidad.
“La vida se vuelve más azarosa y más divertida cuanto menos queda, y hay que aprovechar las oportunidades que hay para probarlo todo”: La incoherencia lógica (la contaminación literaria) de Leonard Bernstein lleva a la duración más larga (objetivamente), lo que no quiere decir la más lenta (subjetivamente ese honor es para Celibidache), y que además pliega la obra en una simetría perfecta. Una tensión sufriente permea el recorrido de este calvario en el que Lenny comparte el peso de la cruz: la caricia brutalmente rechazada (c. 161) del barbárico primer movimiento, la soledad valiente del vals, la alegre marcha que aúlla nihilismo, nada prepara para el emocionalmente agotador adagio lamentoso, con su conciencia ardiente de que sin la pasión amorosa no vale la pena vivir. "Tchaikovsky te lleva al borde mismo de la tumba. Es lo más cerca que puedes estar sin caer" se confiesa Bernstein. Toma sonora amplia y opaca resultado de registros en vivo de la New York Philharmonic (DG, 1986).
Siempre es interesante la manera perversa en que Giuseppe Sinopoli manipula la música para que se adapte a su personalidad. Ya en el primer movimiento el volumen de las cuerdas está regulado cuidadosamente, casi camerístico y exento de lúgubres pátinas, para dar cabida a los solos y a las líneas secundarias de maderas y metales. Las fluctuaciones son presionantes y a la vez gentiles, aunque el golpe de percusión en el c. 297 hubiera servido de martillazo mahleriano. Sinopoli es muy moderado y danzable en los movimientos centrales (que parecen interesarle poco, como a mí); sin embargo sí se preocupa de enfatizar el coral mortuorio del finale que desvela que Tchaikovsky ha escrito su propio requiem. La Philharmonia Orchestra (DG, 1989) está documentada con cuerpo, rica en opulentas curvas, pero poco focalizada.
Mikhail Pletnev destila como director idéntica
gama dinámica y cromática (descomunales) y similar ligereza de articulación a
las que desarrolla como pianista; todo ello se ajusta perfectamente a la
sensibilidad y determinación tchaikosvkianas. La acucia dramática del
movimiento inicial se establece en los marcadísimos aguafuertes en los tempi: Tras una lenta y misteriosa apertura, en la intensidad
frenética del fugato unas cuerdas graves abonan el terreno a unos metales que
nunca han gruñido más explosivamente apocalípticos (c. 295). El vals cuida con primor
sus voces intermedias. El trío, tomado a una velocidad inferior, subraya sus leves disonancias. La marcha es una exhibición pirotécnica asombrosa. La colocación antifonal de los violines
permite observar claramente el extraño efecto del adagio lamentoso en el que la melodía del primer tema, en vez de
tocarse horizontalmente utiliza un procedimiento cruzado en el que las notas
impares del tema son tocadas por los primeros violines y las pares por los
segundos. La toma sonora (Virgin, 1991) asigna un sonido cristalino a la recién
formada Russian National Orchestra (el primer conjunto privado ruso desde 1917),
de gran potencia tímbrica y cuya referencia (sin rastro del vibrato en los metales) es una Leningrad
Philharmonic Orchestra convertida en expresión de la acusatoria y condenatoria voluntad
personal de Mravinsky.
No entiendo las (despiadadas) críticas hacia el
convincente tratamiento historicista de Thomas Dausgaard, ya que el mismo Tchaikovsky recomendaba a los directores interpretar su música
como si fuera Mozart. Podrá no
gustar el sonido magro de la Swedish Chamber Orchestra, pero encuentro
enteramente apropiada la disposición antifonal de unas cuerdas casi sin vibrato,
la urgencia del rubato, la fluidez entre secciones, la comunicación expresiva.
La extraordinaria grabación permite escuchar detalles inéditos a cada instante,
como la prominencia de los cremosos metales o el mesmérico efecto de los
contrabajos palpitantes en la coda final (BIS, 2011).
Cada nuevo registro de Teodor Currentzis es un terremoto que revela abismos desconocidos. La textura del centenar de músicos de MusicAeterna es de una transparencia absoluta, conseguida a base de interminables ensayos. El primer movimiento rebosa intensidad stravinskyana (la articulación rítmica es una obsesión de Currentzis), mezclando agitación y delicadeza, con un desarrollo agresivo hacia la explosión del c. 161, de un histerismo extremo y devastador, donde el dolor del compositor nos llega inmaculado seguido de un singular tremolando de las cuerdas, culmen del romanticismo musical. Tras el empuje maniaco de las fanfarrias en el vals desfila una siniestra e incandescente marcha militar (con un inesperado aroma de modernidad, recordándonos que las sinfonías de Shostakovich fueron germinadas aquí), apoyada en un subyacente pedal oscuro. Los cortantes ataques en el adagio lamentoso dan un sentido de urgencia que no se corresponde con los tempi, bastante convencionales, sino con la actitud: atención a los sforzatti desesperados en la coda. Toma sonora mezclada por el propio Currentzis específicamente para escucharla con auriculares: Enfatizada de manera stokowskiana, irreal y sinuosa, con graves densos y táctiles, atronadoras pausas y silencios, y dinámicas implacablemente exageradas (Sony, 2015).
Cuento los días desde que publicas un aporte hasta que aparece el siguiente y nunca me defrauda lo que leo, corresponda o no con las músicas que más disfruto; la mayor parte de las veces me sirve para repensar algunas preferencias y muchas más para descubrir regiones que ni sospecho. En el recuento de hoy la versión de Berstein se hizo con el podio desde el día que la conocí (¡no me parecía que hiciera tanto tiempo!) y ahí se mantiene; hace relativamente poco escuche la de Sinopoli, en la que había depositado buenas expectativas y me defraudó, lo mismo que la de Currentzis, a la que le di unas cuantas escuchas cuando salió y ahí se ha quedado; aun así aprovecharé este post para darles otra vuelta. Las versiones de Pletnev y Golovanov no las conozco y, por lo que cuentas de ellas, creo que me van a interesar. Infinitas gracias por tu tiempo. ¡Salud y un abrazo!
ResponderEliminarComparto idéntico recuerdo con Bernstein, que desplazó (a ratos) la urgencia de Mravinsky. Las versiones de Pletnev y Golovanov poseen momentos asombrosos. Gracias por tus amables comentarios.
Eliminar(Benito Spinoza) Yo no soy muy admirador de Bernstein y, sin embargo, su versión de esta sinfonía me parece la referencia (entre las que conozco). Y Celibidache, por supuesto, todas sus versiones: la de "Addiobelpassato" con imágenes o la de EMI, por elegir dos de minutaje similar. Dios es Dios en todo momento.
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EliminarBernstein tenía una sensibilidad muy especial que le permitía destacar pequeños rasgos que a los demás nos pasan desapercibidos, o dar una forma nueva a grandes edificios sonoros como el adagio lamentoso.
Eliminar(Benito Spinoza) Perdón. Con Celibidache estaba pensando en la Quinta, pero olvidando a "Addiobelpassato", lo que dije vale para la Cuarta, Quinta y Sexta de Tchaikovsky, que me parecen extraordinarias por Celibidache. Añado Mravinsky. Algunas no las conozco, pero no puedo descargar los torrents porque tengo Avira (de momento) y se come cualquier programa de descarga torrent (al menos utorrent y qbittorrent).
ResponderEliminarEl estatismo de Celibidache es también muy especial, pero reconozco que no siempre estoy de humor para recibirlo como sin duda se merece. Yo tengo Avast ahora y no tengo ningún problema con el utorrent.
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ResponderEliminar(Benito Spinosa) Avast es el que suelo tener. Recuerdo que hace ya décadas (¡ay!) en un foro, un participante preguntó: “¿La versión de Bernstein es para tanto?”, y otro raudo respondió sin más: “Es para tanto”. Al día la siguiente la compré, tal convicción había en sus palabras. Y era para tanto, en efecto.
ResponderEliminar173 and 190 are identical
ResponderEliminarTrue, sorry for the inconvenience. The 173 Fedoseyev, Moscow Radio Symphony Orchestra (ArtHaus, 1991) DVD rip can be found here: https://mega.nz/folder/CtRR0ZzC#XlZeZxeifOhvwDMNd63ghQ
EliminarSon muy buenas también las de Ferenc Fricsay con la RIAS y Fritz Reiner con la CSO.
ResponderEliminarCierto. La de Fricsay quedó fuera de la última selección aunque se mencionó de pasada en el párrafo dedicado a Golovanov. La interpretación de Reiner es otro clásico de escucha indispensable.
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