Mostrando entradas con la etiqueta Lindberg. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Lindberg. Mostrar todas las entradas

lunes, 13 de marzo de 2017

Dowland: Lachrimae, or Seaven Teares

El concepto del consort de violas da gamba era ya antiguo en el continente, pero nunca antes había aparecido en Inglaterra: instrumentos en varios tamaños para tocar música polifónica, imitando las tesituras diversas de un conjunto vocal, aptos para la experimentación musical. La colección de siete pavanas (en principio una danza procesional solemne, dominante en el reinado isabelino) a cinco partes y laúd fue terminada y publicada en Londres en 1604 aun cuando John Dowland llevaba una década trabajando en diversas cortes de Alemania, Italia y Dinamarca.

La serena belleza de Lachrimae or Seaven Teares habla por sí misma, pero también desprende dispares preguntas: ¿Por qué siete? ¿Cómo están relacionadas? ¿Están concebidas para ser interpretadas como un ciclo? ¿Cuál es el significado de sus títulos latinos? ¿Se relacionan con su carácter musical?

Salvo la primera –que alberga el emblema de las lágrimas (las cuatro notas cayendo: la-sol-fa-mi) de la canción “Flow my tears”, la pieza instrumental más popular en toda Europa por entonces–, el resto de pavanas fueron creadas expresamente como un ciclo de variaciones, acumulativo en su efecto y con requerimiento de ser interpretado en secuencia. Las pavanas están enlazadas por referencias cruzadas tanto melódicas como armónicas, y elaboran un espiritual y coherente programa sobre la melancolía religiosa, la pesadumbre y la desesperación, es decir, el concepto isabelino de la Caída del Hombre: desde un estado de tranquilidad en las esferas celestes (las arcaicas y estáticas pavanas 1-3); la expulsión del Paraíso (pavana 4, que hace de eje central del ciclo, a partir de la cual los desarrollos musicales aparecen); el doloroso proceso de aprendizaje (experimentación en pavanas 5-6); y al fin, recuperación del estado previo de felicidad, la iluminación y la sabiduría, todos los pecados perdonados: la última pavana, más alterada que las precedentes, parece resumir y recapitular el ciclo, recogiendo citas y variantes de los motivos que lo nutren.

Dowland personaliza completamente el estilo del consort de violas: no solo utiliza ocasionalmente progresiones e intervalos melódicos desconocidos, sino que, además, explota el mantenimiento en el tiempo de las disonancias. Suspensiones, relaciones falsas y choques temporales son combinados en una textura musical de extraordinaria intensidad. A pesar de la similitud en la estructura, la persistencia de la misma clave básica y el limitado rango dinámico de los instrumentos, el arte delicioso de Dowland arrastra al oyente de principio a fin.








I Lachrimae Antiquae
Muchas de las grabaciones utilizan el mismo planteamiento de consort de violas y laúd, pero comparaciones entre ellas revelan cuanto se ha evolucionado en la disposición de los instrumentos, encordado y manejo del arco, afinación, vibrato, articulación y ornamentación. En 1957 Dennis Nesbitt dirigió la agrupación de violas The Elisabethan Players (2 sopranos, 1 tenor y 2 bajos) con la expresividad apoyada en un fuerte vibrato y las cadencias ornamentales interpretadas al virginal. Tristemente se omitieron las repeticiones, así como la pavana Lachrimae Coactae. El sonido, procedente de vinilo (Pye), es obtuso.





Para el primer registro completo de las Lachrimae August Wenzinger condujo el Schola Cantorum Basiliensis Viol Quintet (1.2.2), de textura más oscura que el anterior, todavía inundado de un vibrato que no templa la visión fría y poco empática, de fraseo uniforme y de dinámicas sin matices. Wenzinger, pionero en estas lindes de los instrumentos originales, grabando incluso en los años 30, interpreta él mismo la viola soprano. Registro muy cercano que recoge la digitación de los músicos y pequeños desajustes en afinación y tímbrica (DHM, 1962).





II Lachrimae Antiquae Novae
La década que separa las grabaciones de Anthony Rooley (L'Oiseau Lyre, 1976) –al frente del Consort of Musicke (2.2.1) supone un paso adelante en pos de la claridad con la eliminación del vibrato, aunque todavía existe el miedo a realizar algo anacrónico y la interpretación suena algo inhibida, con unos tempi constantes para todas las pavanas– y Jakob Lindberg (Bis, 1985) fue tal, que los intérpretes de música antigua se distanciaron de la impasible reverencia anterior, encontrando que unas medidas de rubato y calor expresivo beneficiaban a la ejecución y le otorgaban un semblante más humano. Las violas del Dowland Consort (en configuración diversificada que recoge toda la familia: treble, tenor, small bass, consort bass, great bass) evidencian un sonido más fértil, más certeramente afinado, y en ejemplar equilibrio. Primera versión adecuadamente historicista, a un tono inferior (la = 396Hz) de la afinación moderna, que remarca las texturas grises, serenas, profundas. La tenaz reconfiguración del motivo de las lágrimas, y la pronunciada enfatización de los deambuleos armónicos en todas las segundas secciones, imprimen un sentido de viaje musical por el ciclo; la paradoja es que tal percepción no se advierte por las novedades, sino, por el contrario, por los ligeros y diferentes matices en las repeticiones de formas conocidas. El libreto aporta la colocación de la pareja de micrófonos en el centro del semicírculo que forman los intérpretes y que fue capaz de cristalizar una atmosférica imagen estéreo, con el laúd de nueve órdenes a menudo sumergido en la corriente de las violas, y audible solo en las cadencias decorativas.




III Lachrimae Gementes
Jordi Savall recoge y propulsa el significado del título subrayando los motivos expresivos: livianas progresiones dinámicas en los fraseos como doloridos placeres, pasos ponderados y deliberados tensan una lentitud mística que aporta embeleso, encantamiento, y un solemne y carnoso colorido. A este respecto, escúchese por ejemplo como en el pasaje declamatorio de la sección II de Antiquae (cc. 12-14) la repetición de frases cortas en cada una de las cinco partes se traduce en una textura de gran riqueza. La línea de la melodía posee una cualidad cantarina, adornada con sutilísimas ornamentaciones a cargo del autodidacta conocimiento de Savall. La nómina de la agrupación Hesperion XX es extraordinaria: Coin, Pandolfo, Casademunt, Duftschmid. El protagonismo del laúd a cargo de José Miguel Moreno se integra perfectamente equilibrado (es decir, artificialmente equilibrado: en directo el laúd queda sepultado) con los planos de las diferentes violas (1.1.3). Es de lamentar en el disco (como en otros casos) la arbitraria ruptura de la secuencia de pavanas ya que al intercalar otras piezas se pierde completamente la unidad formal y el sentido conceptual del ciclo. La grabación (Audivis, 1987) podría ser más transparente, pero no más voluptuosamente tóxica.





IV Lachrimae Tristes
Dowland dota de significado y atmósfera a dicho título por medio de inestabilidades armónicas, falsas relaciones, suspensiones y afiladas disonancias en las dos primeras secciones. Todo ello apreciable gracias a la íntima y gentil textura de Fretwork, más ligera que la de Lindberg o Savall, capaz de delinear con nitidez todos los trazos, como las preciosas figuras que van cascadeando en la segunda sección de Gementes (cc. 12-14). Los tempi, más breves y de gran fluidez rítmica (Coactae), parecen sin embargo encajar a la perfección con la palidez interpretativa, que, no obstante, también contempla leves decoraciones en la línea del cantus. Toma sonora seca y pormenorizada, de perspectiva cercana (Virgin, 1987).





V Lachrimae Coactae
La más compleja en escritura, con abundantes e intrigantes síncopas que podrían relacionarse al título (un proceso alquímico de mezcla forzada de dos elementos opuestos), nos va a servir para recopilar las versiones iconoclastas. The Parley of Instruments emplea el conjunto de cuerda estándar a finales del Renacimiento, es decir, un violín, tres violas y un bajo, posibilidad alternativa que Dowland considera en la portada de Lachrimae como “violons”, a saber, la familia de los violines. Dado que en las pavanas la tesitura es demasiado baja, se adopta la solución de transportarlas una cuarta, siguiendo la práctica italiana que distingue entre instrumentos de diapasón alto o bajo. Peter Holman ha confesado posteriormente que el grupo encontró difícil incluso este recurso, ya que las violas tenor y quintus pasan la mayor parte del tiempo tocando en las cuerdas graves. La diferencia de texturas es muy notable, aunque no menos apta para la intensidad desgarrada y tirante de la ejecución, un doloroso ensayo de disonancias como el chirriante acorde de dominante de séptima en el c. 7 de Tristes, o el repentino y efectivo de si bemol en Verae (c. 4). Distante y transparente documento (Helios, 1992).





En esta sección inconformista también cabe la anacrónica versión que traslada la corte isabelina al Barroco centroeuropeo. Una Musica Antiqua Köln reducida a 5 partes (violín, viola I-III, violoncello), de líneas espesas que desembocan pulposamente en una linda contradicción de quinteto, cuya libertad expresiva también se despliega en las dinámicas. La omisión del laúd merece comentario aparte: Reinhard Goebel propugna su exterminio dado que está básicamente confinado a doblar las cuerdas (excepto en los patrones rítmicos y florituras ornamentales en los compases finales de las secciones, aunque es fácil imaginar a Dowland embelleciendo las repeticiones). Algo que (para mí) desmiente la innovadora primera edición, con todas sus partes dispuestas en el mismo folio, pero distribuidas en diferentes sentidos, para que cada intérprete tuviera su línea visible mientras el grupo se sentaba alrededor de una mesa con el volumen en el centro. Aparte que, los últimos compases de la obra quedan desolados sin la labor del laúd, transmitiendo un mensaje de desesperanza en la redención. La grabación define con equilibrio las líneas internas  (Vanguard, 1998).





Rolf Lislevand (Linn, 2002) avanza un paso más que Goebel en su extemporaneidad y destina catorce instrumentos de cuerda (6 violines, 4 violas, 2 cellos, un violone y una viola da gamba -e incluso una sorprendente flauta- denominados como Norsk Barokkorkester) divididos en grupos de concertino y ripieno, al modus operandi del concerto grosso, aprovechando la estructura tripartita de las pavanas, cada una con tres frases de ocho compases. La corpórea densidad del sonido resultante paga su penitencia y los planos interiores quedan difuminados. Articulación rompiente en tempi personales y ligerísimos que ensalzan el elemento rítmico, como en la fluida sección II de Coactae, notable por sus audaces y huidizas armonías y por el pasaje cromático en el bassus.





Rizando el rizo, John Holloway interpreta a su antojo y sin base documental la frase introductoria de Dowland: “Set forth the Lute, Viols or Violons, in five parts” como “for the Lute, or for Viols, or for Violons”, omitiendo la escritura del laúd e instrumentando la obra para cuatro violas barrocas y bass violín, todos ellos da braccio; pese a que no se ajusta al requerimiento básico renacentista de tres tamaños de instrumentos, en la práctica funciona correctamente, con una definida separación entre líneas. La afinación original (la = 415Hz) resulta en un sonido muy oscuro, aunque las partes tenor y quintus no parecen tener problemas con la tesitura baja. Si bien la diferenciación de tempi es escasa, las pavanas son caracterizadas sutilmente, ya que la falta del componente rítmico que aporta el laúd resulta en mayor delicadeza melódica y austeridad en las cadencias, algunas de las cuales son adornadas por una viola. La soberbia mezcla emplea multitud de micrófonos (ECM, 2013).





VI Lachrimae Amantis
Romina Lischka, apasionada de la música clásica hindú, opta en esta primera grabación del Heathor Consort por un movimiento insistente, calmo y sensible sobre la célula temática ubicua de las lágrimas, resbalando lentamente y ralentizando los tempi hasta casi la suspensión (Tristes en 5:26). Intercambio de frases gentil, transparente, el contrapunto finamente dibujado, suavizando los choques armónicos. Vaporosas gradaciones dinámicas, respiración común y sonido homogéneo (a pesar de preferir dos violas sopranos, se aprecia un barnizado sombrío que da el violone), que, inevitablemente, desplaza al reticente laúd. Esta lectura es quizá la que mejor combina melancolía y religión en la alegoría de la inocencia perdida. En la sección final de Verae el atareado desplazamiento interno en la escritura se apacigua, su mágica progresión armónica casi inmóvil, y los últimos cuatro compases se desarrollan con gran simplicidad, con solo un acorde en cada uno, en un efecto hipnótico y esencial: Dowland imparte al oyente su esperanza de salvación (musical). Calidez ambiental de la toma sonora (Fuga Libera, 2013).





VII Lachrimae Verae
Las pavanas son literalmente “passionate”, según la denominación del autor: Phantasm (Linn, 2015) formula un planteamiento emocional por cuanto no teme emplear el contraste dinámico, la flexibilidad en los ritmos, o la articulación angulosa: los ásperos acordes en si mayor en Gementes, la desenfrenada urgencia en Novae, la sublime tristeza en la apertura de Tristes, algún atisbo de expresivo vibrato (cc. 6-7 de Amantis). Algunas repeticiones, secciones e incluso Lachrimae fluyen en otras sin pausa, comunicando certeramente el sentido cíclico. Destaca entre el conjunto entero de pavanas por su vehemencia emotiva el sobrecogedor pasaje declamatorio del comienzo de la tercera sección de Gementes (cc. 17-19) unido al cambio en la dirección armónica. El equilibrio sonoro parece cercano al de un concierto en directo: el laúd se mantiene a duras penas sobre la orfebrería de las líneas entrelazadas, de preferencia por las voces medias (1.3.1).


jueves, 1 de octubre de 2015

Weiss: Ciaconna

Como en el caso del clave y la viola da gamba, la delicada y poética obra para laúd, determinada por las características inherentes al instrumento y fiel a su propio género, pasó de moda rápidamente cuando se encontraba en su punto álgido de técnica interpretativa, repertorio y metodología constructiva, quedando confinada a un selecto grupo de devotos. El más destacado de todos ellos fue Sylvius Leopold Weiss (1687-1750), que escribió únicamente para el laúd (más de 600 composiciones) e innovó el instrumento añadiéndole 2 órdenes más, hasta alcanzar el número definitivo de 13. Su estilo tiende un puente por encima de la escritura italiana, entre los melancólicos franceses y los románticos germanos por venir: su cantabile asemeja a veces un soplo shubertiano. Estrictamente contemporáneo (y amigo durante décadas) de J.S. Bach, y socialmente considerado en mucha mayor estima, Weiss viaja incesantemente por las cortes europeas como concertista virtuoso, refinado y elegante.
La Ciaconna en sol menor, compuesta originalmente como conclusión a una estilizada suite de danzas al estilo francés, puede ser considerada el adiós a un viejo estilo, estructurada en variaciones sobre una base ostinata: Tema (compases 1-7); 1ª variación (cc. 8-14); 2ª v. (cc. 22-28); 3ª v. (cc. 36-42); 4ª v. (cc. 50-56); 5ª v. (cc. 64-71); 6ª v. (cc. 71-75); 7ª v. (cc. 78-84); 8ª v. (cc. 92-96); coda (cc. 97-106). En ella deambulan la ambigüedad de las diferentes realidades rítmicas debidas al artificio técnico, el carácter improvisado, los originales efectos sonoros, los pedales sorprendentes, las dramáticas suspensiones, las frases largamente elaboradas, las osadas modulaciones, el uso activo del dedo a (mención a su particular notación en tablatura, un sistema que indica la situación de los dedos, casi un misterio para el resto de músicos) que dicta la amplitud de los intervalos, la ornamentación implícita… Las numerosas cuerdas vibran por simpatía, prolongando, enriqueciendo y diversificando infinitamente la armonía de una manera no aparente en una primera lectura de la partitura. Todo ello forma parte de la estética de estas células temáticas en permanente evolución que regresan como símbolo de los últimos resplandores del laúd.








Göran Söllscher emplea una guitarra específicamente construida, sus 11 cuerdas (incluyendo las graves extras requeridas) afinadas como en un laúd renacentista para no tener que recurrir a la transcripción. Con firmeza rítmica aunada a sutiles matices en el tono y el fraseo, Söllscher se aleja del brillo virtuosístico (que la obra no requiere) en favor de la meditación. Las texturas polifónicas destacan por la resonancia mantenida de las notas pedal en el grave (4ª variación). Articulación serena y acentuación oleica, dentro de un timbre seco pero claramente proyectado. Sonido natural y equilibrado, con leves distorsiones y ruido de fondo (DG, 1982).





El laúd barroco de trece órdenes (o pares de cuerdas) construido en familia por José Miguel Moreno y su mujer Lourdes Uncilla a partir un modelo de 1727 ejemplifica la filosofía del intérprete: “Lo que me sorprende está bien, pero prefiero lo que me conmueve”. Para ello emplea una pulsación febril, diversificando los ataques, acá dulces, allá acerados, con frecuentes arpegiados y rubati, y sutiles ornamentaciones al término de cada variación que hacen honor al título del disco: Ars Melancholiae. De personalidad acusada, increíblemente autodidacta, más que traducir Moreno respira las pausas y declama las notas, adaptándolas al constante fluido del contrapunto (bachiano, o viceversa). Toma sonora muy cercana, realizada por el propio instrumentista en la cripta de su casa escurialense, que conlleva ocasionales congestiones (Glossa, 1993).





Björn Colell utiliza un laúd barroco de trece órdenes a partir de un modelo de 1734. Con menor expresividad y utilización de dinámicas, íntimo pero sin sentimentalismos, explora el espectro tímbrico con variedad y faculta la resonancia natural de las cuerdas permitiéndonos escuchar su diálogo y las superposiciones sonoras que contienen armonías ocultas. Apropiadamente al sesgo interpretativo, la distante y cálida toma pierde en abrazo sonoro lo que gana en fidelidad (Cavalli, 1993).





István Kónya remarca el contraste en tempo y espíritu entre tema (como buen discípulo de Satoh rompe muchos de los acordes, dramatizando y marcando rítmicamente la obra cual danza) y variaciones, algunas de éstas de articulación desenfrenada. Y como el japonés, enfatiza la delicada pausa en el c. 96. La coda la hace toda arpegiada, resultando, ¡oh, sorpresa! en una inesperada y última variación. La atmosférica grabación (Odium, 2001) recoge la larga resonancia del templo de Somogybükkösd, pero perjudica la nitidez del laúd barroco.





Durante más de una década de investigación académica, Michel Cardin tomó la dolorosa tarea de reconstruir el así llamado London Manuscript, documento conservado en la British Library que agrupa 237 piezas debidas a Weiss. A partir de la estructura musical (alternancia de motivos melódicos y progresiones cordales) Cardin resuelve que la Ciaconna en sol es un dúo (la parte de la flauta desaparecida, o tal vez asociado a violín u oboe), aunque deja abierta la posibilidad de interpretarse a solo variando las secciones cordales con arpegios y ornamentación. De esta manera, y (honestamente reconoce que) en atención al lirismo interpretativo y no a reglas musicológicas, compone otra línea para flauta: atención, en las notas al disco Cardin declara desenfadadamente que encuentra inspiración para sus arreglos en el ¡pop psicodélico de King Crimson! La delicadeza de pulsación del laúd de doce órdenes de 1730(c.) combina perfectamente con Christiane Laflamme (flauta travesera barroca de contribución restringida), que interviene en la presentación y reapariciones del tema; en ocasiones se presenta en forma de canon (6ª y 8ª vv.), en otras (en temas fácilmente predecibles) vuela sobre un cromatismo galante para sorprender y especiar el vocabulario musical tradicional. Toma equidistante a los instrumentos, rica en timbres y resonancia (SNE, 2004).





En la tumba de Weiss está grabada la sentencia “Sólo Sylvius debe tocar el laúd”. Afortunadamente Jakob Lindberg hace caso omiso y nos deleita con su laúd barroco de trece órdenes que posee una serpenteante extensión del mástil para permitir una mayor longitud de las cuerdas graves en beneficio de un timbre rico y poderoso. Con libres, pero sutiles contrastes dinámicos en acentuación y articulación, reinventa la frase en las repeticiones del tema (cc. 43 y ss.). Toque suave y expresivo, dando a la pieza una elegante gravedad no exenta de sensualidad como punto de apoyo a la esencia intelectual del mensaje, balanceado entre la introspección poética y el brillo de la narrativa retórica. Arpegiando, difumina con elegancia el primer pulso disonante del c. 77, de rompedora armonía, y ornamenta con largueza y buen gusto el compás final. Cuidado equilibrio entre la cercanía del detalle y la huida de la congestión (Dux, 2006).





En 1727 Ersnt Baron observó en su Investigación histórico-teórica sobre la práctica del laúd que Weiss era el modelo ideal para los laudistas ya que su estilo era “el más sonoro, galante y perfecto”. Toyohiko Satoh ha ido moldeando sus interpretaciones a lo largo de siete décadas en sus estudios de artes japonesas tradicionales tales como el Teatro No, la Ceremonia del Té, o la meditación Zen. Así pues, se parte de una filosofía basada en el silencio, que va desgranando la música de manera contemplativa, a tempo muy lento, con la espiritualidad absorta en sí misma, interiorizada en el mosaico de acentos, en la aderezada inventiva de ornamentaciones y la flexibilidad de los rubati. Arpegia la mayoría de los acordes en los retornos del tema, y en las escalas ascendentes de la v. 5 parece suspender el tiempo. Su laúd, original del S. XVII, posee sólo once órdenes, por lo que la pieza se ha debido de ajustar para acomodar la diferencia al de trece órdenes para el que fue compuesto, una práctica común en el Barroco. Pluscuamperfecta grabación que recoge el esfuerzo del venerable instrumento (Carpe Diem, 2014).