jueves, 21 de octubre de 2010

Allegri: Miserere Mei Deus

- “É facile”, piensa, mientras intenta atisbar al Pontífice arrodillado bajo la única vela que permanece encendida frente al inmenso fresco. “Una armonización del gregoriano, alternando entre un coro a cinco partes y otro a cuatro, cada uno de ellos separado por una salmodia en cantollano monódico. Las versos comienzan con recitación y terminan con cadencias floreadas. Una voz por parte en pianissimo, ornamentando alrededor del cantus firmus ya desde el segundo coro; un luminoso y angelical (un castrato, sin duda) do agudo previo a una simple escala descendente, mientras el resto de voces mantienen la nota. Una serie de suspensiones crean efectos sonoros a base de disonancias. Los dos semicoros reunidos en el versículo final...
- “e questo ultimo verso si canta adagio e piano, smorzando a poco a poco l’armonia” concluye triunfante, susurrando hacia el lugar donde intuye a su padre en las tinieblas en que se ha sumido la capilla papal.

Roma, 1770, el niño Wolfgang Amado de Deus memoriza y transcribe el Miserere, obra de Gregorio Allegri (1582-1652), arrancando el secreto celosamente guadado y penado con la excomunión por su difusión fuera del Vaticano. Su ejecución se limitaba al servicio de Tinieblas en la Semana Santa en un efecto teatral típicamente barroco: Tras hora y media de canto homofónico durante el cual las velas se iban apagando al ritmo de los versos para finalizar en completa oscuridad con el Miserere. Entonces los cardenales golpeaban el suelo con los pies para representar el caos de un mundo sin la luz celestial.







La primera grabación en realizarse fue la de David Willcocks (utilizando una edición propia, en la que se canta, herejía, en… inglés) dirigiendo al Choir of King's College de Cambridge (fundado en 1446 nada menos). Ultraterrena la aportación del timbre puro, firme, sereno, inmaterial de un niño soprano de 12 años, Roy Goodman (hoy director de The Hanover Band) que, recién finalizado un partido de rugby, grabó sin calentar la voz y con las rodillas sucias de barro (boys…). La toma sonora se realizó íntegra, sin retoques posteriores, y en esa fatigada imperfección (manteniendo el volumen bajo para recrear un espeluznante tono de penitencia) reside quizá la mágica solemnidad que convirtió el disco en un clásico inmediatamente (Decca, 1963). La capilla del King's College resuena con su amplia sonoridad en esta remasterización que ha eliminado el soplido de las cintas originales, si bien ha añadido algunos curiosos y confusos efectos en la mezcla de micrófonos. Fragante, metódica y evocativa lectura en la más pura tradición anglicana de canto empastado y preciso, enfatizando la belleza del tono masculino por encima de la interpretación dramática, que ha quedado algo desfasada estilísticamente, sobre todo por la afrenta fonética.









Dos décadas después Stephen Cleobury propuso una florida versión también con el Choir of King's College de Cambridge (EMI, 1984). El grumete solista Timothy Beasley-Murray trepa hasta las sobrejuanetes ágil y sobrado, juvenilmente extrovertido, pero recogido, ay!, excesivamente cercano y perfilado (algunos retratos resultan mejor con un teleobjetivo que difumine las imperfecciones del rostro), lo que no permite ocultar la invariablemente equívoca vocalización. El conjuto adolece del sentido etéreo, la claridad armónica y la seguridad rítmica de otras versiones. Por el contrario, esta crudeza de fraseo en las secciones de cantollano da un atractivo sentido de espontaneidad, especialmente en las voces graves (cómo me gustaría escuchar una interpretación de esta obra por el Ensemble Organum). La brumosa toma sonora documenta la cavernosa acústica de la capilla del King's College que enmascara la ubicación de los coros (separados por el espacio del órgano) y su articulación e inteligibilidad.








Pro Cantione Antiqua bajo la dirección de Mark Brown (Regis, 1985) trata de minimizar la naturaleza repetitiva de la composición empleando sólo los embellecimientos en las repeticiones de los versos. En esta romántica versión quizá no estén tan empastadas las voces ni tan refinada la entonación (Suzanne Flowers es la soprano solista), pero suscita un poderoso y expresivo impacto terrenal como en el 2º compás donde se resalta la disonacia en la voz tenor.








Simon Preston al frente del Westminster Abbey Choir (dirigido en su día por músicos tan ilustres como Blow o Purcell) ofrece un acercamiento litúrgico, cálidamente espiritual, de inspiración optimista y apasionada. El amplio contingente coral (14 niños equilibrados por 5 altos, 6 tenores y 6 bajos) le otorgan un sonido más opulento de lo habitual, especialmente en las robustas secciones de cantollano de natural pronunciación. El semicoro a cuatro que acoge al anónimo niño solista está considerablemente distanciado en la acogedora acústica de la All Saints Church (Archiv, 1985), por lo que se pierde la transparencia e individualización de las líneas polifónicas, algo que sí está plenamente conseguido en el otro semicoro.








Esta es una pieza casi imposible de conjeturar en criterios historicistas (HIP), ya que no se conserva la partitura original de Allegri de 1638 y fue costumbre durante el siglo XVIII añadir adornos improvisatorios en el registro superior. La edición comúnmente ejecutada es una quimera preparada por Ivor Atkins en 1951 que incorpora en varios puntos las transcripciones de oído que realizaron Charles Burney (1771) -quizá procedente del manuscrito de Mozart-, Felix Mendelssohn (1831), Pietro Alfieri (1840), W. S. Rockstro (1880), y Robert Haas (1932). Las indicaciones de tempo y dinámicas son casi inexistentes, así que el texto es la clave de la interpretación musical. Una vez que el significado y contexto son establecidos, es momento de explorar los matices: sutiles variaciones del ritmo, acentuaciones verbales. De este modo, Andrew Parrott y el Taverner Consort presentan (la edición está preparado por Hugh Keyte) una versión máquina del tiempo donde cada verso es interpretado evolutivamente en un punto diferente de la historia, detallando las progresivas invasiones virtuosas (abbellimenti) en el texto musical, según se han conservado en manuscritos vaticanos. Por consiguiente los versos iniciales, despojados de las acreciones que los siglos han depositado pueden parecer un intento musicológico fallido, una pieza de arqueología en un estante en un museo sin cartela. Los ornamentos son discretos y en nigún caso extravagantes, con algunos melismas orientalizantes. Con las líneas superiores acentuadas, el canto monódico es declamado rápido y sonoro, a menudo con aceleraciones y retenciones de sabor exótico. A tempo lento (que semeja forzado), a una voz por parte, ligeramente estridente la voz de la soprano Tessa Bonner, que sólo escala hasta el “la”, según la afinación prevista para acomodar esta recreación a su fuente más temprana. Brillante y pulido registro sonoro localizado en la Temple Church, de larguísima resonancia (EMI, 1986).









Si bien el fundador de la Capilla Sixto IV (1471-84) estableció un coro de 24 cantantes, número que se elevó a 32 en el curso de la centuria siguiente, los embellecimientos en el canto son difícilmente ejecutables fuera de una voz por parte. Además, cuando el Papa estaba presente, el coro era confinado a la estrecha tribuna en la pared sur de la capilla, y por tanto sin posibilidad de separación espacial de los coros. Anoto esto porque, rehusando tomar nota de los descubrimientos musicológicos del Taverner Consort, Harry Christophers y sus The Sixteen emplean (sorpresivamente) 18 voces separadas en dos coros mixtos al estilo inglés, lo que conlleva una neta pérdida de detalle en cada intervención del grupo más alejado (Coro, 1989). Al perfecto control de línea (expandiéndose desde la diáfana claridad hasta la más intensa riqueza y vuelta atrás), precisión de ataque, e infalible entonación, se les añade en su segunda grabación para Decca en 2004 una toma de sonido que recoge con fidelidad la cálida acústica de All Hallows Church de Londres. Diferenciándose de otros conjuntos donde la meta es el empaste sin fisuras, los integrantes de The Sixteen se permiten la libertad de cantar con sus timbre, color, vibrato,… individualizados (como la arista de cortante acero de las voces femeninas que hace brotar la vida), logrando un texturado resultado con gran sentido realístico. Por su parte, la solista Elin Manahan Thomas remonta sin aparente esfuerzo las cimas de su parte.








Hasta este punto todas las lecturas (excepto Parrots) están asentadas firmemente en la edición tradicional inglesa. Por el contrario, el conjunto vocal francés A Sei Voci (Astree, 1993) basa su interpretación en una rigurosa reconstrucción debida a Jean Lionnet, aunando la restitución de manuscritos originales con indagaciones sobre la interpretación, difusión y formación en su auténtico contexto, mucho más mediterráneo: una armonización barroca que nos da una recreación de lo que podía ser una audición del Miserere en la época en la que Allegri era el compositor oficial de la Capilla Sixtina, con complejas ornamentaciones melismáticas, contrapuntísticas y cadenciales en todas las voces. Siguiendo modelos del S. XVII, varía los adornos en cada versículo, sin romanticismos añadidos, cocinando el verbo meridional a fuego (tempo) lento. Amplísima toma de sonido realizada en el Priorato de Vivoin, bien equilibrada y dirigida por Bernard Fabre-Garrus.








Aunque existen cuatro versiones de la obra debidas a The Tallis Scholars bajo la dirección de Peter Phillips (todas ellas editadas por el sello Gimell), los cánones esenciales han variado poco: La grabación atmosférica de 1980 da a la pieza cierta variedad al situar a los juveniles coros mixtos distanciados espacialmente en la amplísima Merton College Chapel de Oxford y cuenta con la colaboración espectral de Alison Stamp como soprano solista. En 1994 realizaron un video en la propia Capilla Sixtina aprovechando el fin de los trabajos de restauración de los frescos de Miguel Angel. Por último, en 2005 se editó un disco con dos versiones complementarias: una con la edición dieciochesca en que los abbellimenti se dejan para la línea superior, y otra con aderezos adicionales elaborados por Deborah Roberts y basados en sus centenares de ejecuciones en público. Estos 25 años permiten apreciar la evolución técnica de los Tallis, conjunto por excelencia del repertorio polifónico renacentista, que partiendo siempre de un modélico planteamiento conceptual, -especialmente en la claridad y equilibrio de la exposición de las líneas y en la inamovible afinación- se ha ido depurando hasta lograr el perfecto empaste y la extraordinaria naturalidad del discurso polifónico que demuestra esta última grabación. Si en todas las lecturas se percibe el canto sereno, la naturalidad y presencia, la profundidad y refinamiento, en esta última surge una inusitada robustez en el timbre de los cantantes y un mayor rango de colores y texturas. Los versículos de cantollano son efectuados a una sola voz, con grandes pausas intercaladas de sentido monástico. Otrosí, el beneficio de la ingeniería de sonido nos apremia a elegir esta interpretación, también grabada en el Merton College Chapel.








In BBC Radio 4 Soul music series exploring famous pieces of music and their emotional appeal. Textile designer Kaffe Fassett, writer Sarah Manguso and conductor Roy Goodman explain how they have all been deeply affected by the transformative power of this composition. I warmed to the director of the Tallis Scholars, who said simply of hearing the Miserere for the first time: "It knocked my socks off".










In 2008 BBC video “Sacred Music: The Story Of Allegri's Miserere”, actor Simon Russell Beale tells the story behind one of the most popular pieces of sacred music ever written. Once decreed by the Pope to be too beautiful to be heard outside the Sistine Chapel, Allegri's Miserere has become one of the best loved and most recognisable pieces of choral music, famous for its soaring high notes. The programme features a full performance of the piece by the award-winning choir The Sixteen conducted by Harry Christophers from LSO St Luke's.