Sergei Rachmaninov confesó de modo revelador que “la música de un compositor debería expresar
el país de su nacimiento, sus aventuras amorosas, su religión, los libros que
le han influido, los cuadros que ama”. La
isla de los muertos es un poema sinfónico de 1909 basado en el cuadro
epónimo de Arnold Böcklin, donde la figura cadavérica de Caronte transporta en
su barca un cuerpo a través del río Aqueronte hacia un islote con ominosos cipreses
y sombríos tallados en roca. Culmen del postromanticismo ruso, está estructurado
en forma de simple arco, con una orquestación virtuosa con triples vientos,
extensión lógica de su exploración de matices tonales y variedad textural al piano.
El inusual compás de 5/8 (o más bien por su pulso,
un oleaje irregular 2+3 y 3+2) riela hipnóticamente el suave chapoteo del agua
mientras el remero avanza hacia la isla desolada. Un lóbrego segundo tema
presentado por la solitaria trompa se entreteje y refuerza el carácter abatido;
embebida está la silueta del cantollano medieval Dies irae, emblema de mortalidad que obsesionó a Rachmaninov y que asoma
por toda la obra como material mutacional. Diversos motivos y cambios
orquestales en múltiples voces van fluyendo en una marcha fúnebre que avanza
imparable en un prolongado crescendo de paulatina urgencia, sugiriendo de modo
admirable el progreso determinado e inexorable del remero. El perfil imponente
de la isla es revelado en la figura 11 y 5 compases, justo antes del esfuerzo
final de Caronte que conduce a un devastador clímax.
La llegada a la orilla está marcada por el cambio
a ¾ en el ritmo (tranquillo, f.
13 y 4 cc.) y por las texturas neblinosas que separan la vida
terrenal del reino de los muertos. Entonces aparece la anhelante memoria de la
vida: dicha, temor, pasión, duda, lamento, catarsis, y en última instancia, resignación
y aceptación de la muerte. La orquesta explora distintas variaciones del tema que
alcanza su límite con una serie de furiosos acordes aumentados con violentos platillos
tchaikovskivianos, hasta llegar a un momento de paz (largo, f. 22 y 11
cc.) tras el cual el Dies irae
regresa en un canon de prolación como un trance exhausto, temblando misteriosamente
el trémolo de cuerdas. A partir de la f. 23 el leitmotiv del remero va y viene
como transición, entrando casi imperceptiblemente en las cuerdas.
El ritmo 5/8 retorna definitivamente (f. 23 y 15
cc.) cuando Caronte abandona el alma en la isla y retoma su funesto empuje, regresando
por retazos ya escuchados mientras el motivo inicial se sume en el silencio.
Rachmaninov
inició su carrera como director en 1897, sin aprendizaje formal, reflejo de su austera y
meticulosa formación pianística, pero no fue hasta 1929, ya en su exilio americano, cuando documentó su
lectura de La isla de los muertos: “Recently, we were recorded in a
concert hall, where we played exactly as though we were giving a public performance. The Philadelphia
Orchestra, their efficiency is almost incredible, produce the finest results
with the minimum of preliminary work. After no more than two rehearsals the
orchestra were ready for the microphone, and the entire work was completed in
less than four hours”. Preciso y
demandante, exteriormente plácido, se comunicaba con parcos gestos con la orquesta, previamente preparada por Eugene Ormandy (al
que Rachmaninov no apreciaba como músico). Admirador del Mahler
director por su extrema atención al detalle, su agudo oído podía detectar la
menor imperfección en la armonía, la entonación o el equilibrio instrumental. Rachmaninov
prioriza la arquitectura a gran escala sobre los detalles de fraseo, tempo y
dinámica no marcados en la partitura (como el diminuendo en la f. 22) pero que son claramente
fundamentales en su diseño conceptual, como la sección central muy diferenciada
según su propio deseo “ha de ser más rápida,
más inquieta y más emotiva”, de un gran contraste dramático. Los temas
líricos son interpretados con gran libertad métrica (perfectamente controlada,
sin perder la línea narrativa) dentro de un fundamento de reserva. De acuerdo a
la revisión contemporánea que hizo Rachmaninov a la partitura, la grabación conlleva
notables cortes (62 compases de los 478 totales), que fueron
institucionalizados por la Philadelphia Orchestra en las décadas siguientes
pero ignorados por las editoriales musicales. Preferible la ruidosa edición RCA (Vista Vera y
Dutton filtran demasiado el sonido), aunque las dinámicas aporten ocasionales saturaciones.
La
cavernosa grabación debida a Dimitri Mitropoulos con la Minneapolis
Symphony Orchestra (Sony, 1945) potencia
el carácter
ineluctable, oscuro y terrorífico de la obra. Los poderes galvánicos del griego presentan el elemento
mágico y fantasmal desde el agorero comienzo, entre naturaleza muerta y pintura
viva, que exprime la inercia rítmica
del metro quíntuple, dibujando una línea acuosa sobre la que flotan las
sucesivas apariciones del Dies irae
en los vientos con un efecto acumulativo amenazador. Obsérvese cómo en la f. 5 y cc. 10 Mitropoulos remarca
las oscilantes figuras en los violines verbalizando el desequilibrio del bote. Vibrato
pujante y muscular en las maderas y sutiles gradaciones agógicas, a impulsos, aromatizadas con peligro, de exaltación turbulenta y mesmerizante.
Serge Koussevitzky fue amigo del compositor desde su
adolescencia, tocó el contrabajo bajo su batuta en Rusia, le dirigió como concertista
de piano, y posteriormente fue compañero de exilio en el continente americano. Director
durante un cuarto de siglo de la Boston Symphony Orchestra, donde en su
relación tiránica y magnética se dirigía a los músicos llamándoles “hijos míos”, Koussevitzky era capaz de
iluminar las texturas por medio de resaltar detalles que otro podría considerar
nimios, quizás alejándose de la partitura (tempi
a tirones, expresivos portamenti en las
cuerdas, libertades agógicas, rallentandi antes de los clímax) en
busca de una desaforada intensidad emocional. El empuje dinámico dentro de cada
compás dicta la obsesiva respiración de las cuerdas. La febril retransmisión radiofónica, a pesar de la depravada
grabación y la estridencia de timbres, soslaya la grandilocuencia y da cuenta
de la unanimidad instrumental (History, 1945).
"La gente
dice que odio a los músicos", comentó Fritz Reiner una vez. "Eso no es cierto. Solo odio a los malos
músicos". Durante su década en Chicago el infame tratamiento de Reiner
a sus profesores solo compitió con su fanática dedicación, una técnica
insuperable y una personalidad intimidante que transformó una orquesta cuyas habilidades
apenas se conocían fuera del Medio Oeste en un conjunto perfeccionista de clase
mundial, gracias en gran medida a las muchas grabaciones de referencia que
hicieron juntos. La Chicago Symphony Orchestra equilibra en isostasia sus
secciones y exhibe la armonía opresiva y umbría, como en la tripleta de acordes sforzato que rematan con brutalidad inigualable en la f. 22, de siniestro
impacto. La atención a los detalles es toscaniniana (el sostenimiento de los
crescendi, la retención de los climax), pero nunca en detrimento de la
integridad arquitectónica: Escúchese cómo la precisión rítmica se enfatiza en el
momento más callado de la sección central. La cinta magnética de 35 mm (RCA, 1957)
recoge las volcánicas tímbricas de los vientos a costa de una menor presencia
de cuerdas y percusión.
Entre tanto director exiliado refulge la interpretación
de Vladimir
Ashkenazy en 1983. La Royal Concertgebouw, en plenitud por aquel entonces, aúna
una tímbrica pulimentada a una inercia rítmica rara vez expuesta por un
conjunto no ruso. Fantasía suntuosa y colorista, de texturas pulposas y
opulentas, evoca la muerte como liberación de acuerdo a la filosofía simbolista
que fundamenta la pintura de Böcklin. Parte
del secreto es la manera en que Ashkenazy subraya los frecuentes cambios cromáticos
en la segunda parte, contrastando
de manera acusada los parajes conminatorios con aquellos de serena tranquilidad. Grabación radiante en el fulgor
de los metales, cálida en la estentórea percusión, y espaciosa en el siempre
problemático por reverberante Concertgebouw de Amsterdam (Decca).
La Philadelphia Orchestra (¿fue Rachmaninov quién
creo el sonido Philadelphia, o fue Philadelphia quién creo el sonido
Rachmaninov?) da una ejecución excelsa, de timbres lujuriosos y texturas aéreas
que resuenan con las voces internas, pero la temperatura emocional es baja y la
belleza refulge pálida y estéril como la superficie lunar (ese arpa argéntea). Sin
tomar riesgos, el estático y pusilánime Charles Dutoit elude la articulación
rachmaninoviana, no se inclina ante el rubato, y la escasa dinámica evita el
drama y espejea sensualidad. Toma
sonora distante y lánguida (Decca, 1991).
Evgeni Svetlanov
nos ha legado una grabación de concierto (BBC Legends, 1999) en el Royal
Festival Hall de Londres donde impuso a la BBC Symphony Orchestra (y a la perpleja audiencia) la convicción de su arriesgado concepto personal, que
puede resultar controvertido en su duración, casi 25 minutos, pero no falto de
cohesión arquitectónica (gótica-romántica a la Friedrich). En un ambiente
de pesadilla desde el primer y hostil impulso de remos, nos unimos al descenso condenatorio al Hades, donde la tensión épica bordea
el terror al levantarse la niebla y contemplar la isla, lúgubre de texturas,
quizás no sutiles, sí muy efectivas. El clímax es inusualmente sostenido, con
metales restallantes y cuerdas abrasadoras. La sección central, de mahleriana e
implorante inocencia, retiene el ritmo justo al contrario de lo exigido por
Rachmaninov: el efecto es inenarrablemente trágico. El pilar conclusivo
acerroja el sentido de continuidad progresiva y fatalista del tempo.
Vasily
Petrenko ha rejuvenecido y potenciado brillantemente la Royal Liverpool
Philharmonic dentro de esta oleada rusófila (rublófila) que ha invadido el territorio
británico en todos los ámbitos. A petición de Petrenko, todos los atriles
aplican un menor vibrato de lo habitual, en beneficio de un estudio tímbrico
que acentúa los graves para exaltar lo despiadado y macabro en los soportes
monumentales de la obra (como la percusión que remacha el ritmo remero en su
último esfuerzo). Las secciones son diferenciadas rapsódicamente, recalcando el drama transitorio a
expensas de la unidad estructural, y el rubato se aplica compás
a compás, caracterizando cada uno de los impulsos 5/8 de la barca. Abominables
los motivos cromáticos descendentes a cargo de los vientos que salpican la
edificación de los clímax. La zona central es agónica, plena de anhelante
nostalgia, pánico y desesperación. Descomunal toma sonora, con perspectiva y
profundidad, que añade una capa de misterio a la cinemática orquestación (Avie,
2008).
Buenas tardes, gracias por tan variado abanico de interpretaciones.
ResponderEliminarAshkenazy siempre ha tenido (a mi parecer) muy buen feeling con Rachmaninov.
¿Serias tan amable de volver a subir Beethoven 7 por Krivine y Carmina Burana por Immerseel? Soy incapaz de descargar los torrents completos...
Gracias de antemano y no desfallezcas.
Nicolás
No deberías tener problemas para completar las descargas pues hay varias fuentes y mi cliente siempre está funcionando, pero si acaso ahí tienes el enlace:
Eliminarhttps://mega.nz/#F!Xto1mY7D!ooLFeHgAwKo26DZpeiG5qw
Gracias, Nicolás por tu comentario.
Hola de nuevo.
ResponderEliminarGracias por el enlace de mega.
El torrent de la La Isla de los Muertos me dice que no hay ni una fuente completa. (!?)
¿Tienes intención de postear Beethoven 9?
Gracias de nuevo
Nicolás
Descarga de nuevo el torrent, por favor; tuve que anular una primera versión. Ahora hay varias decenas de fuentes.
EliminarEn cuanto a la Coral, no está prevista en mi lista de proyectos, pero nunca se sabe.
Un beso, Nicolás.
Buenos e inciertos días
ResponderEliminarNo tendrás por casualidad la Coral por Krivine?
Necesito algo distinto...
Gracias
Jacobus Stainer
Lo siento, no la tengo en casa y las bibliotecas están cerradas.
EliminarBuenos dias. He estado intentando descargar Rachmaninov durante varios días: La isla de los muertos, pero no tiene fuentes. ¿Me podría ayudar? Gracias
ResponderEliminarHola Wagner, estoy en pleno proceso de actualización del contenido de los torrents y por ello el ancho de banda estos días puede estar desequilibrado hacia las nuevas referencias. Conforme vayan pasando los días la situación volverá a la normalidad. En cualquier caso, veo que (ahora) hay varias fuentes disponibles. Espero que alguna te pueda suministrar datos mientras tanto. Un beso.
EliminarMuchas gracias, ahora comenzó a descargar.
ResponderEliminarGenial.
EliminarBuenas días, llevo dos semanas intentando bajar beethoven 5 y no he conseguido ni el más mínimo progreso (conectando a compis 0,0%).
ResponderEliminar¿Serias tan amable de volver a subir las que colgaras por Tennstedt? (ni siquiera sé si entre las 261 versiones del torrent está la que busco, con la LPO grabada en 1990 en vivo)
Gracias de antemano.
Nicolás
El comportamiento de los clientes torrent es cuando menos caprichoso. A mí me figuran 3 fuentes completas y cinco parciales ahora mismo. En cualquier caso la versión de Tennstedt de 1990 no figura entre las recopiladas hasta la fecha. Lo siento, Nicolás.
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