El
Barroco convirtió el género de los servicios de Tinieblas, ya un tanto arcaico,
en un espectáculo en el que la atmósfera religiosa dejaba que desear, semblando
más un divertissement que un tremblement litúrgico. La sociedad chic de París se daba cita en los
conventos de las afueras para escuchar sus cantantes operáticas favoritas: “En su honor”, nos dice una fuente
contemporánea, “el precio pagado en la
puerta de la Ópera es requerido por un banco en la iglesia”.
Las
Leçons de Ténèbres de Françoise
Couperin fueron compuestas para la Semana Santa de 1714 como encargo de la
Abadía de Longechamp. Siguiendo la estructura tradicional, Couperin preserva
las letras capitales hebreas que comienzan cada versículo en un estilo
melismático y celestial, a modo de iluminación en un incunable, contrastando
con la tragedia de unos versos (las Lamentaciones
de Jeremías, comprendidas en el Antiguo Testamento y organizadas en
trenos elegíacos por la destrucción de Jerusalén como castigo divino en el año
587 a. C.) que conjugan un comedido recitativo francés y un atrevido arioso
cromático italiano. La reservada y muy disonante ornamentación corona el
acabado estético dentro del íntimo formato musical, de sobriedad un tanto
lúgubre, donde coexisten la austeridad y la teatralidad, los efectos retóricos
y los silencios. El requerido continuo de bass
de viole y órgano, con sus largos valores o incluso ostinato, subraya la
atmósfera lírica, de emoción contenida y mística.
La
obra construye lentamente poder expresivo desde la lamentación a la esperanza hasta
florecer en la tercera Lección en las
texturas a dúo, un ritual escénico rebosante de suspensiones disonantes y
armonías cromáticas: Barroco en estado puro, que acoge la otra cara de la
espiritualidad, la recogida y sentimental, la de la música creada para conmover
y para emocionar.
Animal teatral capaz de enfrentarse a cualquier rol, masculino o femenino, Hugues
Cuénod (Lys, 1953) posee un timbre tenoril metálico, con pequeños atisbos de
vibrato, cuya resonancia de cabeza le permite contrastar variados colores sobre
las inmensas frases con un sostenuto que sacrifica deliberadamente intensidad.
Cuénod no intenta plasmar las notes
inégales: es una pena ya que el contorno de las frases está c0ndicionado
por la relación entre ornamentación (linear y armónica) y alteración rítmica.
La fluctuación entre los diferentes grados de desigualdad –cuidadosamente
indicados por el compositor– debe en la práctica sonar (y ser) espontánea. Así
pues, Cuénod nos da estabilidad rítmica, pero escasa receptividad en su canto
lento, de implacable rigidez y angularidad, sin la flexibilidad acariciante
requerida. Los artificiales recitativos, afectados por una plétora de
aspiraciones intrusivas, tampoco sostienen las necesarias inflexiones
discursivas. En la 3ª Lección es
apoyado por Gino Sinimberghi, quien emite un agradable timbre de tipología más
usual. El continuo alterna órgano y clave (Franz Holetschek) junto al cello (Richard
Harand).
“I’m unique”. Respuesta de Alfred
Deller a la ocurrente pregunta “Are you an
eunuch?” lanzada por una desafortunada admiradora. Voz singularmente hermosa,
heterogénea en su emisión, prodigioso color y exquisito vibrato en su estrecha
tesitura (el extremo grave sin aliento ni poderío), de historicismo extraviado
en busca de la sensibilidad, la ternura y el arrebato. Conmovedor y reflexivo,
gentil y frágil en la libre interpretación del texto. La trasposición de una
quinta hacia el grave es obligada (y autorizada por el propio Couperin en el
prefacio a la partitura), modificando las texturas, perfectamente empastadas
con el viril tenor Wilfred Brown en la 3ª Lección.
El piadoso continuo les suspende en el tiempo: Desmond Dupré a la viola da
gamba y Harry Gabb al órgano (Vanguard, 1962).
La candidez del primer Christopher Hogwood (L'Oiseau Lyre, 1977) se plasma en
una pureza estilística inmaculada, pero de gelidez dramática. Las voces blancas
de Emma Kirkby (¡qué manera de descender en el melisma de apertura de la 2ª Lección!) y Judith Nelson se
complementan divinamente: Ligeras de emisión, con una cristalina dicción, eso
si, en un latín italianizado y con un vibrato muy discreto. El continuo
integrado por la viola da gamba de Jane Ryan y el imaginativo órgano de cámara del
propio Hogwood impulsa los tempi alla
breve.
Aunque
la comprensión de René Jacobs del texto es formidable, su pobre pronunciación y
su falta de variedad en color y dinámica inclinan el resultado más hacia el
patetismo que hacia la devoción. Autodefinido como “una especie de contralto cantando en falsete”, pasa sin aristas del
registro de cabeza al de pecho, con vibrato pequeño y controlado. Alejado del
purismo, Jacobs considera la obra religiosa barroca como teatro fidei, el teatro de la fe, extremadamente dramática, más
bien estética y un poco lejana del misterio. El acompañamiento es
impecable: Vincent Darras como contratenor, Wieland Kuijken en el bajo de
viola, William Christie en el clave y órgano, y un apropiado añadido de Konrad
Junghänel en la tiorba (HM, 1983).
La proposición de Bernard Coudurier es, vocalmente, intachable: Ann Monoyios, de
pureza sin igual, y Monique Zanetti, ágil y vibrante. Sin embargo el continuo
(Anne-Marie Lasla a la viola da gamba, Pascal Montheillet a la tiorba y el
propio director al órgano) es poco empático con las voces, salvo en el
encantador efecto al restringir a la tiorba el séquito de Heth. Estilo francés en los numerosos ornamentos (no tanto
decorativos como emocionales) que colorean la línea vocal sobre los monosílabos,
e influencia italiana en el cartesiano cuidado en que Couperin transporta el
sentido del texto a lomos de efectos musicales, en las sorprendentes
modulaciones, en las transiciones de mayor a menor o en el frecuente uso del
cromatismo. La prolongadísima reverberación de la toma sonora (BNL, 1987) no afecta
a los choques armónicos, pero angustia el drástico silencio en el compás 115 de
la 3ª Lección que desagarra el plus animé hacia el lentement.
El protagonismo de la propuesta de Erato en 1988 recae en el abigarrado
continuo de Laurence Boulay (órgano y dirección), Marianne Muller (viola da
gamba), Laurence Boulay (clave) y Pascal Monteilhet (laúd), con una elocuencia colorística
y una escala de tono que agavillan un clima físico. Tengamos en cuenta que al
significado simbólico de la obra se añadía un efecto escénico, ya que la
audición se realizaba en una oscuridad progresiva: Un tenebrario con velas que
se iban apagando una a una cada vez que concluía el canto de un salmo. Mieke
Van der Sluis y Guillemette Laurens despliegan dos voces de seductoras sensibilidades (una
inocente, la otra dramática) que empastan bien en la 3ª Lección (extrañamente situada al comienzo del disco), interpretando
su malévolo extatismo con fervor juvenil.
La versión de Robert King (Hyperion, 1990) es un típico producto de la factoría
discográfica inglesa de la época: Preciso en la entonación, claro en la
articulación, etéreo en las dinámicas, pero de interpretación rígida e impersonal,
sin individualidad en los ritmos de los melismas, con poco aroma francés; otro
aspecto fundamental en el barroco galo como es el de las disonancias se obvia,
aligerando las tensiones armónicas de las suspensiones y prefiriendo acentuar
las consonancias. Igualmente decepcionante es su elección de pasar por alto
muchas de las ornamentaciones, cuidadosamente prescritas por Couperin: “Declaro, pues, que mis Obras deben ser
ejecutadas como las he marcado y que no producirán nunca una cierta impresión
sobre las personas que poseen buen gusto en tanto que no se observe al pie de
la letra todo lo que he marcado, sin aumento ni disminución”. Los
contatenores son James Bowman, mezzosoprano de sonoridad aflautada, y Michael
Chance, de timbre más cálido, a los que acompañan Mark Caudle a la viola da
gamba y Robert King al órgano de cámara.
La excelente traducción de Gérard Lesne (Harmonic Records, 1991) es la primera
que trata de situar la obra en un delicado contexto litúrgico. El sutil
continuo de Bruno Cocset (bajo de viola), Pascal Monteilhet (tiorba) y Jean-Charles
Ablitzer (órgano positivo) permea osmóticamente la ejecución de los
contratenores Gérard Lesne y Steve Dugardin, suntuosa y suave,
sombreada en la dinámica, graduada de tonos, detallista en la ornamentación: Escúchese
como muestra su expresividad en el lamento air
in rondeau en la 1ª Lección , o como
el pasaje menor del arioso “Plorans
ploravit” dibuja una línea melódica que desciende depresiva e
implacablemente desde el fa alto al re grave (cc. 71-78), con repetición murmurada
aún más desolada. Las marcadas disonancias en el recitativo a dúo “Omnis populis ejus gemens” resaltando
sobre el continuo (cc. 45 y ss) declaran a Couperin como heredero de
Monteverdi. Ejercicio de seria sencillez, contrastando cada lección con su
respectivo responsorio, en los que colaboran equilibradamente Josep Cabré (barítono)
y Malcolm Bothwell (bajo). Toma sonora coherente en su perspectiva.
La pálida gama de texturas del clave de William Christie ofrece un marco voluble
a las voces, donde la atmósfera dulcemente lírica precipita en una tonalidad
gris e inquieta; hay algo menos de mística, hieratismo y formalidad, pero más
elocuencia y sensualidad (Erato, 1996). La perfección técnica vocal (Patricia
Petibon y Sophie Daneman), la pronunciación francesa del latín, acaso la
plácida ornamentation, demasiado estoica, cercenan de algún modo sentimiento y
expresión.
Pareja conceptualmente es la lectura de Christophe Rousett, apoyando a las
voces con tacto, equilibrio y algo más de emoción: Sandrine Piau (soprano
ligera de metal argénteo, con un rigor que otorga una sombra de tristeza, como en
el “gementes” susurrado hasta su
parada vacilante en si (cc. 188-191), y Véronique Gens (a ratos
apocalítica en su oscuro y sólido timbre, ambarino, cargado de vibrato)
componen cada una por su lado un conglomerado operático en la 3ª Lección, donde sufren retóricamente en
cada respiración. Circunspecto, sereno y meditativo continuo (empleando un
mínimo de notas, lánguido en la ornamentación, pero sin ocultar ásperas
disonancias como en el recitativo “Sordes
ejus”) de Emmanuel Balssa (bass de
viol) y el propio Rousset al órgano (Decca, 1997).
El concepto de Jean-Christophe Frisch es radicalmente nuevo: Cada Lección es precedida por improvisaciones
modales sobre textos contemporáneos celebrando las visiones judía, cristiana y
musulmana de la ciudad de Jerusalem. Casi extravagante en su ostentación punzante,
con fuertes alteraciones dinámicas que remedan la violencia del texto, traduciendo
con gravedad las menores inflexiones, la pesadumbre angustiosa del profeta
iluminada por la esperanza. Espíritu improvisatorio en el órgano, evocador de
espontaneidad y descubrimiento, incluso tremolando, dando soporte en el último
recitativo de la 1ª Lección a dolorosas
disonancias y resoluciones cromáticamente ornamentadas en las que la emoción es
equilibrada por la gravedad de la melodía “ante
faciem tribulantis”, donde acapara alteraciones casi a cada nota: tritonos,
séptimas, quintas… (cc. 259-264). Las sopranos acompañan con su canto terrenal,
el de Stéphanie Révidat muy enfático, inquietantemente sensual, mientras
Cyrille Gerstenhaber se muestra algo menos vehemente (K617, 2002).
Laurence Cummings regresa a la vertiente
standard anglosajona, con tempi muy tranquilos que conllevan una intimidad
flemática y melíflua, quizás faltando entusiasmo y suspense. Eso si, la
ductilidad de las voces masculinas es perfecta: Daniel Taylor, de voz vaporosa
y casta, y Robin Blaze, potente y mordaz, de precisión a veces relativa, de
vibrato generoso y perturbador en las notas amplias, contrastan y combinan
estupendamente. La dicción es menos exacta, pero ello no es tan crucial en este
tipo de trabajo ceremonial. Jonathan Manson (viola da gamba) y Cummings
(órgano) navegan por la toma sonora atmosférica (Bis, 2003).
Tanto la voz de Emma Kirkby como la de Agnès Mellon han evolucionado desde su
cautivadora juventud; sin embargo la dinámica en el ritmo declamatorio, la
exhaustiva formulación del dibujo melódico, y la búsqueda hedonista de la
perfección de la línea ornamentada hacen posible una válida y menos angelical alternativa
a la de Hogwood. Destacar el contraste entre el lujoso registro bajo de Mellon (conmovedora
disonancia de novena que enfatiza la sugestión de soledad sobre las palabras “posuit me desoLAtam”, 3ª Lección, cc. 147) y el (todavía)
cristalino timbre de Kirkby que aplica un aroma purcelliano al melancólico aria
sobre la chacona al bajo “Recordata est
Jerusalem” (cc. 55 y ss.), cuyo ritmo de sarabande flota, con dobles suspensiones y progresiones cromáticas;
la tensión entre esta circunscripción y la espontánea línea vocal incrementan
la elocuencia del pasaje: Sobre las palabras “et non esset auxiliator” alcanza un sol agudo como grito
desesperado (cc. 91-103). Charles Medlam (viola da gamba) y Terence Charlston
(órgano de cámara y dirección) completan esta producción Bis (2005).
Emmanuelle Mandrin también coloca las Ténèbres
en el contexto litúrgico de la época. La obra de Couperin está precedida por
antífonas (con el canto llano y faux-bourdon
prescritos por la tradición) y cada lección es seguida por un responsorio de
Charpentier a cargo de un pequeño coro femenino (Les Demoiselles de Saint-Cyr).
A la drástica Dorothée Leclair en la 1ª Lección,
y la lírica Eugénie Warnier en la 2ª, se suma Juliette Perrier en la 3ª; las
tres desdibujan sus ornamentos con un vibrato a modo de sfumato aterciopelado. El continuo está limitado al órgano (el
propio Mandrin) pero ilumina coloridamente la levedad de los tempi y refuerza la devoción cálida y
pulcra de un trabajo que enlaza casi con Fauré (Ambronay, 2008).
En los últimos años han aparecido tres versiones similares estilísticamente,
con voces contrastadas, expresivas, coloridas y carnales, pero históricamente
poco adecuadas, a saber, Jonathan Cohen (Hyperion, 2013), David Bates, (HM, 2015)
y Margaux Blanchard (Mirare, 2017).
Thank you! I have been looking forward to these for a long time. It was worth it!
ResponderEliminarI do like the Jonathan Cohen version, though.
The Cohen version is the operatic side, with Watson and Denni's vibrato bursting into the harmonic peculiarity of the work. Nevertheless, I do like too... off and on ;)
ResponderEliminarThanks for this and all your hard work However The file '02 Kirkby, Nelson, Ryan, Hogwood - Seconde Lecon a une voix.flac' is corrupted at about 7 mins 31 seconds - I've downloaded it twice with the same result
ResponderEliminarSorry, mine is corrupted too. And in my backup as well!
EliminarI'll try find out another rip.
Thanks for the advise.
Hi, I do have it, how could I send you?
EliminarHi, Agnideva, you are very kind.
EliminarCan you upload it to a server such Mega.nz, uptobox.com, etc...?
Thanks in advance.