“El ambiente de Tosca no es ni romántico ni lírico, sino apasionado, penoso y oscuro… de miserables y mezquinos personajes, héroes decididos y valerosos. Con Tosca queremos exacerbar el espíritu justiciero del hombre y fatigar sus nervios. Hasta ahora hemos sido tiernos; ahora vamos a ser crueles”: Así definió Giacomo Puccini a su nueva criatura (1899), fruto de la contradicción que supone por un lado el despertar de la conciencia contra el opresor político y por otro de la intrínseca glorificación imperialista de un mundo burgués cuyo producto es esta perfecta unión de melodrama erótico y realidad sádica, a lo largo de 24 horas en la vida de una mujer. Tras un preludio de violentas y llameantes armonías, dulces líneas fluyen por el paisaje, caldeando una tumultuosa continuidad musical de singular belleza, acomodándose a la palabra y a la escena con pompa sombría y fuerza diabólica, donde desfilan la mentira, la duplicidad, la traición, el engaño. Son esas pequeñas cosas (“piccole cose”, que decía Puccini) que hacen creíble esta cumbre del verismo: El hombre (la mujer) es una criatura de instintos.
Las cálidas noches de julio en la Roma de 1938 se conmocionaron ante la extravagante producción de Aida en las Termas de Caracalla, al aire libre, ante 20.ooo personas, y que incluía desfile de elefantes. Entre estas representaciones (su agenda estaba repleta de conciertos, óperas y películas) encajó el superstar Beniamino Gigli, a ratos, su grabación de Tosca. La dirección musical fue obtenida por el novato Oliveiro de Fabritiis, que gracias a sus contactos con el alcalde romano consiguió permiso para usar durante una semana el Teatro Real, plazo que transcurrió confortablemente hasta que, en la tercera sesión, la soprano se desmayó colapsada. Con el límite de tiempo medio transcurrido era forzoso buscar otra cantante. Gigli se lanzó en un taxi hacia el hotel donde se alojaba Maria Caniglia, la sacó literalmente de la cama y la puso delante del micrófono: su Tosca tiene mayor temperamento que perfección vocal, una interpretación vívida dentro de la tradición verista, estridente y enfática. No obstante, la figura que domina el registro es la de Gigli: su instrumento ideal y su familiaridad con un personaje que había cantado durante veinte años le proporcionan una humanidad corpórea, una triste sonrisa entre sollozos y terciopelo. Su mágico tono dorado (que le permitió debutar en la ópera de incógnito, disfrazado de soprano, con falda y corsé), el ataque perfecto, el innato falsete, la dicción cristalina, hacen perdonar su no siempre contenido entusiasmo expresivo (es decir, su indiferencia a las minuciosas indicaciones de Puccini): oíganse las aspiraciones al comienzo de casi cada frase que mancillan su ejemplar legato. Armando Borgioli, correcto y limitado, aboceta con su voz firme y rica un villanesco retrato de Scarpia. La Orchestra del Teatro Reale dell'Opera di Roma se sumerje sin rubor en los elementos más melodramáticos de la partitura. La edición de Arkadia no esconde la temprana grabación eléctrica o el leve chisporreteo de las pizarras, dando primacía a las voces en relación a una orquesta de pobre tímbrica. Quizá la fascinación viene de la memoria y no puede ser percibida por los sentidos.
Victor De Sabata exhala toda la dimensión oscura y trágica de la obra, aherrojada por una hipnótica Maria Callas de seductor colorido y refinamiento histriónico, intuitiva en su osado vocalismo (a pesar de la voz desigual), escupiendo malévola veneno ante un inexorable Scarpia (Tito Gobbi) que ordena a base de susurros serpentinos y gañe truculento y repugnante. Di Stefano frasea con naturalidad ardiente y desesperada sobre la magnífica orquesta del Teatro alla Scala de Milan (1953). La gloria mítica de este registro ha de repartirse pues, entre los contrastados timbres vocales, el perfeccionista director que supo emplear cada trazo melódico, cada pulso rítmico y cada matiz armónico para construir el arco dramático y mantener el suspense, y el productor Walter Legge, al que el anterior dejó las kilométricas cintas master con una nota de despedida: “My work is finished. We are both artists. I give you this casket of uncut jewels and leave it entirely to you to make a crown worthy of Puccini and my work”. Ríos de tinta se han escrito sobre las sucesivas reediciones de este prodigio; nosotros preferimos el mayor cuerpo y profundidad de la de EMI -algo reverberante en perjuicio de la claridad vocal- al rango dinámico restringido de la de Naxos, realizada a partir de impecables vinilos de época, y corrigiendo los presuntos desajustes de afinación/velocidad.
Procedente de la retransmisión de la matinée febril del 7 de enero de 1956 en la Metropolitan Opera House de New York, nos llega este desmesurado documento en el que Dimitri Mitropoulos cabalga entregado el urgente y dolorido brío orquestal. Sus estudios como percusionista le permiten el sostén rítmico del fraseo a la medida del canto mórbido y cristalino de Renata Tebaldi, con un apuntado toque verista (necesario para traducir el recitato pucciniano en su adecuada progresión dinámica) siempre dulce de expresión. Su etérea dicción contrasta con la algo tosca de sus acompañantes masculinos: el eficaz Richard Tucker, ferviente, emocional, pero seguro en el legato; y el Scarpia representado con generosidad por Leonard Warren, más rijoso que perverso. La edición de Frequenz presenta mínimos cortes en un sonido lejano que recoge abundantes ruidos escénicos, aplausos que señalan la aparición de los cantantes en escena (paralizando la acción para desesperación del director griego) o el lanzamiento de flores antes de la caída del telón.
Las excelsas consideraciones vocales de Zinka Milanov y Jussi Björling (sus arias rozan la perfección) no pueden hacernos olvidar su carencia de teatralidad. Tampoco Leonard Warren rebasa una caracterización primitiva del barone Scarpia. Temprano estéreo (RCA, 1957) que resalta los atriles de la Orquesta del Teatro de la Opera de Roma, conducida con paso fúnebre por Erich Leinsdorf.
Herbert von Karajan protagonizó en 1962 uno de sus indiscutibles registros operísticos. En él, Leontyne Price inunda con su opulento tono oscuro una Tosca que va fraseando desde el atractivo erótico hasta la extenuación agónica; su timbre empasta perfectamente con el de Giuseppe Di Stefano, que quizá no alcance la lírica gloria juvenil (en la tesitura alta y en el legato), pero aún recita amorosamente gentil; Giuseppe Taddei posee una gama tonal y una amplitud expresiva descomunales que articulan tanto el siniestro rubato como la calidez lúbrica. La grabación es de origen Decca, felizmente volcada hacia la orquesta (una refinadísima Filarmónica de Viena), lo que nos permite deleitarnos con la suntuosa paleta pucciniana, constelando la instrumentación (Dammi i colori) pero sin tapar las voces. Karajan controla con precisión quirúrgica la tensión a partir de unos tempi épicos y graduales que potencian sutilmente el inquietante drama (Karajan se identificaba con el barón Scarpia, al que otorgaba un carácter central, pintándole noble y orgulloso en su villanía); sin embargo es capaz de dar amplia libertad siguiendo a los cantantes. El añadido de efectos escénicos tan del aprecio del productor John Culshaw (puertas, campanas, cadenas, disparos… algunos de ellos reclamados en la partitura) enriquecen la ya excelente panorámica, diáfana, atmosférica, de gran presencia, cada una de las voces y de los atriles focalizados (maravillosos detalles en las maderas, en las diversas familias de cuerdas y metales).
La postrera Maria Callas, sin poseer ya (¿nunca?) ni el esmalte ni la sensualidad adecuados, dominaba a la perfeccción el relieve teatral, con su característico enfoque freudiano iluminando el recitativo pucciniano: “Sé que para transmitir el efecto dramático he de producir sonidos que no son bellos. Pero no importa que resulten feos mientras sean auténticos”. Esta exigencia compulsiva se refleja especular en el incluso más interiorizado Scarpia de Gobbi, capaz de moldear su tono desde la lascivia íntima hasta la amenaza sádica. Carlo Bergonzi sortea como puede (elocuente, elegante, deliciosamente) el embate entre las dos naturalezas que se le disputan, y Georges Prêtre maneja relajadamente la Orquesta del Conservatorio de París. Un disco inimitable (EMI, 1965).
Lorin Maazel modela incesantemente con sus manos la partitura pucciniana en la que contrasta la rocosa solidez de emisión de Birgit Nilsson, a veces explotando una dinámica wagneriana, con la delicadeza de sus compañeros de reparto, el refinado y flexible Franco Corelli, y el sutilmente matizado Dietrich Fischer-Dieskau (tan elaborado que en ocasiones parece paródico). La orquesta de la Accademia di Santa Cecilia queda retratada en un sonido fabuloso (Decca, 1967).
Mientras Zubin Mehta empuja a la New Philharmonia Orchestra a unos tempi viscerales, la Tosca de Leontyne Price ha perdido calidez y dulzura, olvidado su italiano, y pretende enfatizar a base de su cazallero registro de pecho; Domingo -en la primera de sus seis (6) grabaciones- canta arrojado y pasional, y Sherrill Milnes recrea un sátiro peligroso y juvenil. El siseo de la cinta es notable y los graves colosales (RCA, 1972).
En una obra en la que el exceso es protagonista, la escrupulosa lectura de Colin Davis (1976) al frente de la Royal Opera House parece congeniar sólo a medias. Cierto es que Montserrat Caballé borda musicalmente una petulante Tosca (pero no acierta a evitar caer en un dramatismo que no posee), José Carreras da vida a un Cavaradossi impulsivo y bellamente cantado, e Ingvar Wixell recorta un neurótico perfil de cartón piedra. La reciente edición de Pentatone procede de las legendarias grabaciones que realizó el sello Philips en sistema cuadrafónico durante los años setenta: sonido natural y profundo.
Versión lírico-ligera la construida alrededor de un Luciano Pavarotti exuberante, que seduce con su maravilloso timbre en flor. Mirella Freni carece del temperamento necesario que tampoco adopta la floja dirección de Nicola Rescigno sobre la National Philharmonic Orchestra. La corpórea toma sonora ayuda al amenazador Scarpia de Sherrill Milnes (Decca, 1978).
Herbert von Karajan diseñó en 1979 una meticulosa lectura sinfónica donde la Berliner Philharmoniker brilla audazmente en su gloria, añadiendo a regañadientes a los cantantes por aquello del contraste armónico: un trío protagonista que no rivaliza seriamente con los anteriores, aunque Katia Ricciarelli erige una Tosca vulnerable, capaz de alargar bellamente los pianissimi, José Carreras canta un pulido y escasamente heroico Cavaradossi, y Ruggero Raimondi, dada su oscura tesitura de bajo, pelea con su rol desde un comienzo suave y viperino hasta lo ominoso en su ostinato en el Te Deum. Grabación espaciosa y de enorme amplitud dinámica (DG), de esas que adoran mis vecinos.
Concebida como banda sonora para una abigarrada película, la última grabación de EMI (2000) destaca por la excitante aportación de Antonio Papano junto a la Orchestra of the Royal Opera House. Mientras la magnética Angela Gheorghiu luce su abultado sentido del drama, Roberto Alagna es más genérico, menos tallado, forzando en ocasiones el instrumento, e incomprensiblemente engolando la voz en “E lucevan le stelle” (¡qué miedo!). Ruggero Raimomdi asegura la teatralidad pero retiene poca autoridad vocal. La estupenda grabación exfolia las disonancias blandas.
muchísimas gracias IPROMESI por esta ópera siempre acta-ual
ResponderEliminar@Alex: Disfrutemos mientras podamos, que corren tiempos difíciles.
ResponderEliminarUna vez más quiero escribir unas palabras para agradecer tus entradas al blog, que espero puntualmente con ansiedad. En estas semanas tan difíciles creo que deberemos valorar más aún tus aportes y comentarios: instructivos, sensibles e inteligentes.
ResponderEliminarMe atrevo hoy a elegir entre estas Toscas (aunque no las conozco todas; me apetece mucho la de Mitropoulos): Callas con De Sabata por supuesto (también por Di Stefano y Gobbi); y siempre me ha gustado la Tosca de Karajan, sobre todo por Price y por él mismo (su tríada pucciniana Bohème, Buterfly, Tosca, me parece imbatible en el plano orquestal y teatral).
Nuevamente muchas gracias y ánimo para seguir adelante. Aunque no escribamos siempre y todos, somos muchos los que te estamos agradecidos todos los días. Un saludo.
@FC: No sabes lo que me animan tus palabras. Gracias.
ResponderEliminarNo te pierdas la increíble voz de Gigli, rescatada de otro planeta.
Desde que leí que la siguiente entrada sería sobre Tosca la esperaba con mucha impaciencia. Puccini es mi favorito en los operístico y la gran selección que has traído es simplemente impresionante. Mi debilidad por Karajan hace que me quede con su verisón junto a Leontyne Price peor no veo el tiempo parta comparar con las otras. Excelente trabajo y muchas gracias
ResponderEliminarAcabo de encontrar este interessante blog e tornei-me seu seguidor. Como temos interesses em comum, convido-o a visitar e seguir o nosso blog “Fanaticos da Opera / Opera Fanatics”:
ResponderEliminarhttp://www.fanaticosdaopera.blogspot.com/
Saudações de Portugal
@Tono menor: También Karajan I es mi favorita... casi siempre ;)
ResponderEliminar@FanaticoUm: Great blog, awesome job. Saudações.
Dear Classical Music Lover,
ResponderEliminarA month ago I resumed posting to my classical music blog Kammermusikkammer (which is dedicated to classical and modern western music: mainly chamber, piano, and songs). The recent post is about Clara Schumann (and Hans Holbeins ambassadors).
Please: May you add the Kammermusikkammer to your list (blogroll) of lossless classical music blogs? I already list your blog on mine.
Yours sincerely, WMS.Nemo
muchísimas gracias IPROMESI ;)
ResponderEliminar@WMS.Nemo: I'm so sorry, I thought you were! Of course, I've added your great blog immediately.
ResponderEliminarTake care. A kiss.
@Hadji Kalin: You are welcome (what a musical name!)
Te agradezco tus aportes junto a tu información, vengo de vez en cuando a leer y me paso unos ratos maravillosos...
ResponderEliminarGracias Ipromesisposi, siempre unidos en la Música.
Un abrazo.
Pues muy amable, nos leemos.
ResponderEliminarSin ser mi favorita hay que citar una versión modeerna (buen sonido) con una dirección espectacular, la de Sinópoli con unos muy buenos Frenu y Ramey, y un soportable Domingo.
ResponderEliminar@Felirosi: Efectivamente, la de Sinopoli es una interesante propuesta, pero globalmente lastrada por unas voces en exceso maduras. Gracias por tu aportación.
ResponderEliminarAmigo: ¿podrías ocupar otro servidor que no sea rapidshare? Uno que no tiene cuenta premium ya no puede descargar nada de ahí... ¡Gracias por tu estupendo blog! Francisco.-
ResponderEliminar@Francisco: El RS Manager me informa que esta mañana ha habido varias decenas de descargas sin problemas. ¿Puedes probar de nuevo? Quizás sólo haya sido un fallo temporal. Gracias por tu tiempo.
ResponderEliminarAmore mio, amo tu blog. Es una delicia leer tus crónicas. Te cuento que desde hace mucho tiempo estoy buscando la verion en FLAC de la Tosca con la Tebaldi y Tucker, pues la tengo en mp3 y se escucha horrible. Quisiera saber si esos links de Torrent se pueden volver a subir. Gracias por tanto.
ResponderEliminarPor supuesto, ya está a vuestra disposición. Te (os) pido de nuevo que, en la medida de lo posible, compartáis los torrents tanto tiempo como podáis, ya que mi ancho de banda no da más de sí.
ResponderEliminarMuchas gracias, Luis Carlos, y disfruta de la fantástica versión de Mitropoulos.
Y has dado en el clavo, no son críticas a los discos, sino crónicas de mi vida.
Yo voy a romper una lanza a favor de la Floria Tosca de Zinka Milanov. Sí...huele a naftalina, pero recordemos que en el debut de la Milanov en el MET - 1938 - ¿Cuántos años tenían Callas y Tebaldi?...pues por eso. A parte, la voz de centro recio, de una belleza ofuscante de Zinka, ya la hace estar entre las primeras opciones como mera vocalidad. Ni Callas - cuya belleza vocal era discutible - ni Tebaldi, con una voz menos maleable que Zinka, podían igualarla. Cierto que no hay que buscar excesos expresivos, pero tampoco es un hielo...canta con una moderada intencionalidad y su acto II está desde el punto de vista dramático...aceptable. Es una tosca más para gustar que para sentir...Cuestión de gustos. A mí, me parece referencial desde el punto de vista vocal.
ResponderEliminarNo puedo menos que refrendar tu comentario. Cuando hice este post (hace ya diez años!) escribí excelsa.. perfecta. Pues eso.
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